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LAS MINAS DE RIOTINTO: “MARTE EN LA TIERRA”
Aún recuerdo el día que vi las minas de Rio Tinto por vez primera. Iba de paseo en coche con mi abuelo por la Sierra de Aracena, y después de tanto árbol y monte fuimos a acabar en el lugar. Lo que veían mis ojos distaba mucho de ser aquello que los dibujitos animados siempre te presentaban como el concepto de mina, una subterránea con túneles. Recuerdo decirle a mi abuelo que el paisaje era de otro planeta, a lo que él me respondió que efectivamente lo llamaban “Marte en la Tierra”.
Esa concepción del lugar como oriundo del planeta rojo ha predominado en las futuras generaciones de la zona. Y más cuando a los chavales de no más de diez años los llevan de excursión escolar a ver un río rojo cuya agua no se puede tocar, corriendo el mito entre ellos de que si caes al río te derrites.
Pero Rio Tinto no es solo Marte en la Tierra: es el orgullo de toda una vasta región, por lo que fue y es, lo que trajo y lo que dejó. Y es curioso cómo, para contar su historia, en esta zona de Andalucía siempre se empieza hablando sobre el Recreativo de Huelva. Es de amplio conocimiento que el fútbol español nació en Andalucía y que el Recre es el equipo más antiguo de España, el “Decano del fútbol”. Pero poca gente sospecha que esto está relacionado con la minería.
Mi abuelo y mi familia entera proceden de Aracena, en el norte de la provincia de Huelva. Es la capital de una preciosa sierra llena de alcornoques, castaños y dehesas, donde los cerdos campan a sus anchas disfrutando de una buena vida. Un paseo en coche por sus múltiples pueblos una soleada mañana de sábado con una parada a tomar cerveza fría y jamón, bien puede ser uno de los mayores placeres de la vida.
Sin embargo, nunca fue tan fácil disfrutar de estos placeres. La Sierra de Aracena y sus pueblos no estaban en el mapa moderno hasta la llegada de los ingleses. Cortegana, Aracena, Nerva, Zalamea o Almonaster eran aldeas pobremente comunicadas por caminos de albero, y la región padecía tal aislamiento de lo que eran las grandes capitales y puertos de la zona (Sevilla y Huelva) que a veces rozaba la autarquía.
Algunas minas ya existían con anterioridad. Muy orgullosos presumen los onubenses de que las minas de su provincia ya aparecían en la Biblia: las de Tartessos, las cuales bastantes historiadores coinciden en situar en la actual Tharsis, Huelva. No solo ellos, sino también romanos y cartagineses supieron, a su modo, beneficiarse de ellas. Sin embargo, a finales del siglo XIX se produjo el momento de inflexión, lo que los locales de la serranía denominaban “la llegada de los ingleses”. Esto supuso el inicio del auge de la región: los ingleses empezaron a explotar la mina y a traer riqueza y población a la zona. Riqueza ya no solo en términos económicos como empleos directos en la propia mina, sino también cultural: los foráneos se construyeron su barrio con casas en estilo victoriano, siendo las primeras en su estilo de España (si se pasea por el pueblo aún se puede ver el contraste entre dichas casas de estilo urbanita y las de estilo rural andaluz), importando además sus tradiciones y diversiones, como el “football”. Fue en los solares anexos a la mina donde probablemente mineros ingleses jugaron el primer partido, informal, de fútbol en España.
Con los años, la situación fue en constante mejora, siendo un logro la construcción en tiempo récord del ferrocarril que unía no solo Río Tinto, sino una región entera, al puerto de Huelva, ayudando a acabar definitivamente con esa autarquía que asolaba la región. Presumían los locales de ser la zona uno de los lugares más importantes del país, mientras que los pueblos de la región, especialmente los más cercanos a la mina (como Zalamea, Nerva o la propia Riotinto), multiplicaron por 5 o incluso por 10 su población, alcanzando en los años 30s y 40s su punto más alto.
Mi propio abuelo estuvo un par de años trabajando en la mina. Había dos tipos de trabajo, el de los “ingleses”, y el de los “locales”. Los ingleses (aunque en aquella época quedaba poco de raíz pura inglesa, ya eran más bien descendientes mestizos de los primeros foráneos) se encargaban de la administración, gestión y dirección de la empresa y de trabajos más cualificados, mientras que los locales, entre ellos mi abuelo, cogían pico y bajaban a los túneles. Me contaba mi abuelo que los mineros peleaban en el turno de comida por comer en las salidas de los túneles a la corta del lago para poder ver el gigantesco “pozo” que se estaba creando.
Toda una región vivió durante décadas, directa o indirectamente, de la minería de plomo, zinc y cobre de Riotinto. Si bien no todos recurrieron al trabajo en la mina como modo de subsistencia, indirectamente se crearon miles de puestos de trabajo en la zona: construcción del ferrocarril y de sus mejoras en los sucesivos años, construcción de una red de carreteras eficiente entre pueblos, el sector de la construcción, así como el de la alimentación tuvieron que suplir localidades cuya población crecía exponencialmente… formando todo ello un sistema solar que tenía como estrella la propia mina.
Sin embargo, con los años, nuevas minas fueron abiertas o se nacionalizaron, y Riotinto fue perdiendo interés. Esto, unido al éxodo rural, provocó que la actividad y la población se fueran, pero en la zona quedaron los vestigios de todo lo que fue en su día este fenómeno: casas victorianas, la vía de ferrocarril para servir como centro de turismo, una red de carreteras que comunica perfectamente toda una región y decenas de iglesias dedicadas a Santa Bárbara, con su correspondiente veneración incluso por las generaciones más jóvenes.
Por suerte para la zona, la actividad ha vuelto al yacimiento, y desde 2017 la mina se vuelve a encontrar operativa, devolviendo vida a una región justo cuando más la necesitaba, y haciendo que los serranos cuenten con más orgullo y fuerza su historia a otras generaciones.
Una historia impregnada de cobre, plomo, zinc, oro, plata, fútbol, ingleses, pasado y futuro; teniendo como escenario uno con aspecto galáctico
Marte en la Tierra bien merece una visita y comprender su historia.
Jose Romero Porrino
Sevilla, 27 de Febrero de 2021
